Primero fueron los
privatizadores, después los distintos concesionarios, sin embargo, para su
gente, para sus usuarios fue y seguirá siendo “el sarmiento”.
La tradicional línea
ferroviaria que corta como un tajo de este a oeste, primero a la ciudad de
Buenos Aires y luego al conurbano, desde Balvanera, donde está su cabecera,
hasta Moreno, primer tramo electrificado del servicio.
Hace tiempo que no viajo,
pero hubo una época en que lo usaba frecuentemente, muy frecuentemente y
siempre en los vagones con asientos, pero, desde que a los enfermos se nos
prohibió fumar, empecé a viajar en el furgon.
El furgon, también
conocido como bicicletero, supo tener mutaciones de usos y usuarios, según la
realidad social de sus viajeros. Así, las bicicletas, disputaron su espacio con
los changos y carros de los, a mi me gusta decirles “carreros”, cartoneros. Cartoneros
suena peyorativo, en cambio quien tira de un carro es carrero.
Si hasta en algunas líneas
se formaron convoyes especiales para los carreros, no hace mucho de eso, eh!,
fue por el 2002, cuando la malaria, la hambruna y la desocupación hacían
estragos en muchos de nuestros hermanos. “El tren blanco”, le llamaban. Cuanto ha
cambiado la realidad de muchos hermanos! Y tan sólo en apenas una década.
Pero volvamos al eje del
tema. La cuestión es que el furgón tiene leyes propias, o para mejor decir, un
código propio. Por caso, sus habitúes permiten que se fume. Ahí mude mis
trastos entonces en cada viaje.
Este escriba tiene la
costumbre de observar, de escudriñar, de indagar, normalmente en cosas que para
el resto, pueden resultar intrascendentes, sin embargo, me resultan sumamente
educativas y formativas, por eso, me permito esta reflexión ‘desde el furgón’
Tiene algo de estadio de fútbol,
además de ése lugar, el furgón debe ser el único en que las distintas clases
sociales se mezclan sin tapujos ni reparos. Fundamento: conozco amigos de muy
buena posición económica que tranquilamente pudieran pagarse un palco, pero
optan por la popular porque –dicen- ahí se siente el ‘fúlbo’ de otra manera. Y
lo mismo pasa en el furgón, y no porque fumen, prefieren viajar allí, será qué
es el último resabio que queda para disfrutar un verdadero viaje en tren?
Algunos, un poco más ‘léidos’
dicen que el furgón es lo que las Islas Caiman al menemismo: El Paraíso, aquel
fiscal, éste por su libertad.
En el furgón, diría
Discepolin “ves llorar la
Biblia contra un calefón” o “cómo en botica”, la señorita de
trajecito sastre, tacos y medias de nylon, se roza con el mameluco de un
laburante; el morral con la netboook comparte su espacio con el bolso marinero
del albañil, del que se escapa el nivel de 50 cm; rolingas y jóvenes ‘entrepreneur”
comparten la ventana sin vidrios y sin marcos; carros “fato in casa” con
bicicletas de ocho lucas; ratis y gratas; rateros y atorrantes desparraman su
humanidad en el piso; se juega a los naipes; se toma cerveza; se baila al ritmo
de las música de algún celular; se fuma de todo.
Ese espectáculo, que sólo
brinda el furgón, espantaría a más de una señora de bien, le daría desconfianza
y hasta temor, sin embargo, es el lugar más seguro para un viaje en hora pico. Si
tenés que viajar en ‘el Sarmiento’ en hora pico, hacelo en el furgón. Es el último
lugar con códigos que queda, si hablamos de medios de transporte. Y si no,
subite al 132 en el Clínicas, tipo seis de la tarde, y decime, si cuando bajas
en Once, todavía tenes el calzoncillos puesto.
Sólo deberas observar una
regla no escrita hasta hoy: quien decida viajar en el furgón debe saber que a
nadie se mira a los ojos y menos se chusmea que hacen otros. La colectividad y
comunidad que se da en el furgón, está fundada en no desconfiar y menos,
importarle que hace el otro, y como todos estan en la misma, nadie se mete con
nadie, te digo más, si hay pungas, en el furgón es el lugar en el que “descartan
los cueros” y se toman un respiro.
Si estas dispuesto a
seguir esas dos reglas, te aconsejo te adentres en un viaje en el furgón. El
furgón es una experiencia única, es, en definitiva, un viaje de ida.