miércoles, 15 de febrero de 2012

Fútbol, o para mejor decir, Pelota

Uno no quiere entrar en discusiones cuando se habla de él, sobre todo porque hay tanto guacho esperando un desenlace trágico para poder vender, por eso, coincidiendo totalmente con Héctor Negro, es que les dejo su poesía, que lo disfruten no tiene desperdicio. 
Versos para Maradona.


Después de semejante relato, además tan bien hecho por Apo, quien no soño alguna vez con ser aunque sea un poquitito Diego, no? Ojalá estes bien Pelusa.

Juego al fútbol desde que tengo noción, pero desde hace 29 años cada vez que entro a una cancha de fútbol, encuentro a mi lado o en la otra mitad de la cancha al mismo tipo, ese es Andrés López.
Raro esto del fútbol entre los hombres no? Cual será la motivación que lleva a que otrora muchachos, hoy devenidos en hombres, normalmente fuera de estado y cada vez más impedidos físicamente, mantengan esta tradición durante tanto tiempo.
Se que no estoy planteando nada nuevo, es más, otros se han ocupado ya del tema, pero es que me cayo la ficha: hace casi treinta años y desde hace unos quince, todos los jueves, pasando por distintos complejos deportivos, un grupo de aproximadamente 15 hombres, se viene juntando para “jugar a la pelota”, que es lo más cerca que pueden estar del fútbol.
Debo confesar que no he sido uno de los más fieles y cumplidores en esta tradición que pervive en mi barra, en esa cita de los jueves por la noche, es más, acabo de volver después de una ausencia cercana a los dos años y pareció que fue ayer cuando deje de ir, vista la manera en que me recibieron el resto de los muchachos.
También es cierto que otros defeccionaron antes que yo y que ni siquiera son reincidentes. Muchos nombres me gustaría volver a encontrar los jueves cuando piso la “bombonera” en la Casona: la gorda Dastugue, que vaya a saber porque designio cada vez que lo convocamos está ocupado.
Me gustaría ver de nuevo tocando “el fúlbo” junto a mí al gallego López o al mismo Juan, hoy viviendo circunstancialmente en Honduras.
Ello no quita que me encante juntarme en el verde cemento todos los jueves con Triqui, el Turco, Gabriel, el mismísimo Ariel, “un player diferente” o Tito, mi cuñado, por nombrar a algunos, con quienes, por suerte, yo no se que nos une más: si despuntar el vicio de pegarle (cuando lo hacemos) a la redonda o la sobremesa cervecera que se prolonga normalmente más tiempo que el que le deparamos a correr.
Durante los lapsos en que estuve ausente deportivamente, más de una vez fui para compartir la sobremesa cervecera y alguna que otra vez a preparar una choriceada para cuando terminaran de jugar.
En fin, que un grupo de hombres, con un promedio de unos treinta/treinta cinco años, mantenga por tanto tiempo la misma rutina, al igual que otros tantos grupos que se diseminan por toda la Argentina, creo que no debe ser cosa común en otros países del mundo.
Gracias al fútbol, los hombres tenemos a diferencia de las mujeres (no conozco ningún grupo de mujeres que mantenga alguna actividad por tanto tiempo y que de ella hagan un culto de la amistad) y esto no es machismo ni va en contra de nadie, simplemente es un hecho que me permite aventurar, como decía más arriba, que gracias al fútbol nosotros lo tenemos a él y por eso seguimos siendo diferentes, lo que no nos hace mejores, pero…

El Señor Roberto Fontanarrosa es uno de los tantos escritores que ha dedicado gran parte de su obra a la temática del fútbol, en su obra Escenas de la Vida Deportiva, rescata en el relato El Picadito, el ritual de un grupo de amigos que se preparan para jugar al fútbol.
El Picadito, fue adaptado para un corto cinematográfico por la Productora ContraPlano & Carra, que lo disfruten:



No hay comentarios:

Publicar un comentario