martes, 28 de febrero de 2012

White


Cuando con quince años tome la decisión de cambiar de colegio, jamás imagine el cambio que se produciría en mi vida. Entiéndanme, hasta ese tercer año en el“Juancho”, aún no me había destetado, venía cursando mis estudios con algunos chicos desde el jardín de infantes. 

El “Juancho” quedaba a veinte cuadras de mi casa y al que me había decidido cambiar, el Enet 13, quedaba en Villa Lugano.

De 20 cuadras a dos colectivos. De Ramos a Lugano, menudo cambio! 

La suerte quiso que ese cuarto año del Enet Delpini, se conformara con nuevos alumnos que se incorporaban ese año a la escuela, nadie se conocía entre sí. Todos fuimos “recienvenidos”, con la obligación de conocerse. 

Durante esos últimos tres años del secundario, la ubicación en el aula se mantuvo, más allá de algún cambio puntual, casi igual. 

Eran tres filas de asientos dobles: Yo (Condorito) me sentaba junto a la pared, con vista hacia el patio interno, en el anteúltimo banco. Detrás mío, Daniel Aiello (White, también Narichi y Danielitodani), a su lado Omar Marcolín (El topo) cerrando el aula. Pasillo de por medio, a nuestra diestra, Rubén Carreño (Carro) junto a Anibal Sanz (Corcho), delante de ellos, Ruben Cecconi (Larry) y Francisco Cassanese (Hulk); en la fila anterior a estos Candela (Mingo) y Pozzutto (Pepe). Voy a detenerme aquí, porque la mayoría de los recuerdos rondarán entre estos personajesEn esos primeros días del cuarto año coincidíamos viajando en la línea 117 entre otros, con White. El siempre bajaba en Emilio Castro y Larrazabal, sin embargo, una tarde no bajó, y como yo continuaba hasta Liniers, surgió indefectiblemente la conversación. 

Ambos íbamos hasta Ramos. 
Ambos íbamos a buscar una novia. 
Ambas iban al mismo colegio (la Medalla). 
Ambas iban a la misma división. 
Ambas se llamaban Patricia.


Sería la misma o eran dos? La incógnita se resolvió de la mejor manera, eran dos patricias. 

Ese día, con Daniel empezó nuestra amistad. Fuimos como hermanos durante mucho tiempo, lo que vulgarmente se dice: “eran culo y calzón”. Su casa era la mía, la mía era la suya; sus padres eran también míos al igual que mis viejo con él. 

Hoy, que ha pasado tanto tiempo, guardo el mejor de los recuerdos, mucho cariño y nostalgia por esos años juntos, pero debo reconocer un quiebre en esa amistad. Hubo un antes y un después. A la distancia, como en todos los órdenes, lo que en algún momento fue terminante, parece tomar otro cariz. Igual, todo bien White. 

Estoy seguro que el siente lo mismo. Lamentablemente nada volverá a ser como antes, y está bien que sea así, si no, no hubiésemos crecido. Todos cambiamos, todos fortalecemos personalidades, todos somos otros cuando somos hombres. Lo bueno es que ambos sabemos que nada ni nadie podrá quitarnos lo vivido, porque, justamente éso es, “únicamente nuestro”. 

Para el Tano, con afecto sincero.

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